CUARTO GRADO

Fabulas


El Pastor mentiroso

 Apacentando un joven su ganado gritó desde la cima de un collado: -¡Favor; que viene un lobo, labradores!
Estos, abandonando sus labores, acuden prontamente, y hallan que es una chanza solamente.
Vuelve a llamar, y temen la desgracia. Segunda vez los burla. ¡Linda gracia! Pero, ¿qué sucedió la vez tercera? Que vino en realidad la hambrienta fiera.
Entonces el Zagal se desgañita, y por más que patea, llora y grita, no se mueve la gente, escarmentada, y el Lobo le devora la manada.

¡Cuántas veces resulta de un engaño
contra el engañador el mayor daño!

 

 

El Zorro y El Cuervo

Cierto cuervo, de los feos el primero, robó un queso y, llevando su botín fue a saborearlo en la copa de un árbol. En estas circunstancias lo vio un zorro muy astuto, y comenzó a adularlo con la intención de arrebatárselo.
- Ciertamente, hermosa ave, no existe entre todos los pájaros quien tenga la brillantez de tus plumas, ni tu gallardía y belleza. Si tu voz tan melodiosa como deslumbrante tu plumaje, creo, y con razón, que no habrá entre las aves quien te iguale en perfección.
Envanecido el cuervo por este elogio, quiso demostrar al galante zorro la armonía de su voz. Al comenzar a graznar, dejó caer el queso de su negro pico.
El astuto zorro, que no deseaba otra cosa, cogió entre sus dientes la suculenta presa y, dejando burlado al cuervo, se puso a devorarla bajo la sombra de un árbol.

Quien a los aduladores oye
nada bueno espere de ellos.

 

 

 

 

La Zorra y El Gallo

Quería una zorra desayunarse con la pechuga de un gallo que lucía su corpulencia cantando en un árbol.
- Querido gallo, tengo una gran noticia que darte - le dijo la zorra.
- Amiga, ¿qué fresca noticia me traes? - Preguntó el gallo.
- Pues que las zorras han firmado la paz con las aves de corral. Por lo tanto, ya no estamos en guerra. Baja presto, amigo, para darte un fuerte abrazo y celebrar así nuestra amistad.
- Debe ser cierto lo que me cuentas - contestó el gallo -, pues por allá veo dos perros venir a toda carrera, tal vez a darte la misma noticia.

Al oír esto la zorra, no digo corrió, sino voló, con el rabo entre las piernas a ocultarse, mientras el gallo le cantaba desde el árbol su burlón ¡Quiquiriquí!, ¡Cocorocó!, Que quiere decir: de aquí no me muevo yo.


Quien no te conozca que te compre.



El Pavo Real y La Grulla

 

Un pavo real convidó a una grulla a un festín suculento. Durante el banquete se puso a discutir con los comensales acerca de cuál de los dos poseía mejores dones personales.
Abriendo el pavo real su cola, decía que aquel abanico de finísimas plumas no tenía en el mundo otra cosa que le igualara en perfección y hermosura.
- Ciertamente - respondió la grulla -, confieso que eres más hermoso que yo, pero si tus plumas son más vistosas que las mías, en cambio no te sirven para volar.
- Yo, con mis alas - prosiguió la grulla -. Puedo elevarme hasta las nubes, contemplando bajo mis pies todas las maravillas de la tierra.

Nadie tenga en menos a su vecino,
que Dios a cada uno da su cualidad.

Fin

 

 

 

 

El Ratón de la ciudad y el de campo

Un ratón de la ciudad invitó a merendar a otro compañero que habitaba en el campo, y hallándose juntos en la bien provista despensa de un palacio, dijo el ratón de casa al campesino:
- Amigo mío, come lo que gustes y sin cuidado, que las provisiones son variadas y abundantes.
Ya habían comenzado a saborear las mejores viandas, cuando de repente y con gran estrépito, el cocinero abrió la despensa. Los ratones, asustados, escaparon cada uno por su lado, y como el de casa conocía todos los rincones se puso enseguida a salvo, mientras el forastero no acertó a encontrar escondite alguno.
Al marcharse el cocinero, salieron de nuevo los comensales, y el campesino, tomando la palabra, preguntó al ciudadano:
- ¿Es aquí frecuente el peligro?...
- Sí, contestó el otro, esto sucede muy a menudo, y por lo mismo no debes tener cuidado.
- ¡Ala! - repuso el campesino -. ¡Con que esto acontece todos los días! Es cierto que vives en la opulencia, pero con todo, prefiero mi pobreza del campo a la zozobra en que habitas.

Bien está Pedro en Roma, aunque no coma.                             Fin

 

Fabulas

 

La Tortuga y El Águila

Una tortuga, cansada de arrastrar siempre su concha por la tierra, suplicó al águila la levantase por los aires lo más alto que pudiera.
Así lo hizo la reina de las aves, remontando a la tortuga por encima de las nubes. Al verse a tal altura, la tortuga exclamó:
- ¡Qué envidia me tendrán ahora los animales que por el suelo se mueven, al verme encumbrada entre las nubes!
Al oír esto el águila fue incapaz de soportar tanta vanidad y soltó a la ilusa que, al caer sobre peñascos, se deshizo en mil pedazos.

Amiguito: Nunca mires demasiado alto,
que no hay brillantes en el cielo.

Fin

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